Jimmy Piaguaje es un joven activista indígena Siekopai de Siekoya Remolino, una comunidad de 53 familias que viven a orillas del río Aguarico en la región amazónica nororiental ecuatoriana.
Los Siekopai (que significa personas multicolores) son conocidos por su perspicacia chamánica y su conocimiento sobre plantas medicinales, con usos para más de 1,000 plantas diferentes. Según la historia del origen Siekopai, el dios Ñañëpaina bajó del cielo para encontrar a su gente viviendo bajo tierra y los liberó para vivir en la tierra. Su idioma se llama Paai koka. Los Siekopai usan coronas y brazaletes hechos de hojas y flores y pintan sus cuerpos y caras con diseños geométricos. También conocidos como Secoya, son famosos por su excelente salsa picante, hecha de pimientos de la selva, y por tomar yoko (una bebida similar al café, hecha de una enredadera).
Los Siekopai son un pueblo en peligro de extinción en defensa de un ecosistema frágil del que todos dependemos: la selva amazónica.
Anteriormente, los Siekopai contaban con más de 30,000 personas y tuvieron un inmenso territorio que se extendía hasta unos 2.8 millones de hectáreas desde Ecuador hasta Colombia y Perú. Actualmente, solo quedan alrededor de 1600 Siekopai, 900 de ellos en Perú y 700 en Ecuador, donde viven en un fragmento de selva de 20,000 hectáreas, rodeado de campos petroleros y monocultivos de aceite de palma.
En respuesta a las amenazas existenciales que enfrentan, Jimmy y un grupo de otros jóvenes líderes Siekopai han desarrollado unos proyectos innovadores, salvaguardando el conocimiento chamánico ancestral en formato de vídeo y organizando talleres ambientales con los niños. Su próximo objetivo es expandirse hacia una escuela alternativa con un modelo educativo basado en su propia cosmovisión (haga clic aquí para ayudarles a lograr este sueño).
Hablamos con Jimmy sobre las estrategias de resistencia y las historias ancestrales de los Siekopai, sobre su camino chamánico y cómo la cosmovisión indígena podría ayudar a combatir el cambio climático.
WR: ¿Cómo ha afectado la pandemia a las comunidades Siekopai?
JP: En la Amazonía ecuatoriana, la nacionalidad Siekopai fue la primera en confirmar casos positivos de Covid-19. Un abuelo sabio falleció primero, era familia mía. Sabía mucho de las plantas medicinales. Fue un golpe duro para los Siekopai porque no somos muchos y entre todos nos conocemos. Más tarde un profesor falleció, que había estado luchando durante mucho tiempo por defender nuestra cultura. Fue una situación muy dura. Buscamos ayuda de los gobiernos locales y nacionales, pero realmente no recibimos mucho apoyo. Algunas organizaciones aliadas nos colaboraron con medicinas, pruebas e información verificada. Pero empezamos a darnos cuenta de que la medicina de afuera no nos estaba ayudando. Frente a muchos contagios, acudimos a las plantas medicinales para tratar la enfermedad. Al final, la mayoría de las personas que sobrevivieron habían sido tratadas con plantas medicinales. Y todavía seguimos tratando a las personas con infusiones de plantas, como ajo de monte, chinchona, cedros con buenos resultados.
Esto ha llevado a algunas reflexiones muy importantes dentro de las comunidades Siekopai; un redescubrimiento, aprecio y fe en nuestra propia medicina ancestral. Y cuando todo colapsó en el mundo de afuera, aunque estábamos afectados, estábamos más o menos bien. Esto ha sido una profunda reflexión para nosotros. Vemos cómo el resto del mundo está sufriendo y nos damos cuenta de lo que es importante. Ahora, cuando tanta gente en el mundo está aprendiendo a sembrar comida, seguimos manteniendo nuestras chakras ancestrales (pequeñas fincas). Ahora más que nunca, sabemos la importancia de nuestras chakras, de nuestro conocimiento ancestral, de nuestras plantas medicinales. Ha sido un lado positivo de la pandemia.
Por otro lado, nuestra situación de seguridad alimentaria se ha vuelto aún más precaria, ya que personas ajenas aprovechan la pandemia para invadir para la pesca y la caza. Hemos estado recibiendo bolsas con ayuda alimentaria y estamos muy agradecidos, pero estas son una solución a corto plazo que crea dependencia de la ciudad y trae desechos plásticos a nuestras comunidades. La soberanía alimentaria es un gran problema para nosotros que se remonta mucho más atrás de la pandemia, debido a la reducción de nuestro territorio y la contaminación de nuestros ríos.
Y las compañías petroleras nunca pararon. A pesar del riesgo de que traigan el virus a las comunidades, siguen trabajando.
WR: Cuéntanos más sobre las amenazas al territorio Siekopai.
JP: Sabemos por los escritos de los jesuitas en el siglo XVII, cuando los misioneros llegaron a nuestro territorio, que había alrededor de 30.000 a 40.000 Siekopai en ese tiempo, en la zona entre Putumayo, el río Aguarico y Napo. Los misioneros trajeron enfermedades como la gripe y el sarampión que extinguió al 90% de la población. Pueblos y clanes enteros desaparecieron. Quedaron muy pocas personas, escondidas en las profundidades de la selva. Luego llegaron los caucheros y sacaron a los Siekopai incluso de allí. Así perdimos nuestro territorio. Antes éramos una población numerosa y con territorio grande, ahora solo tenemos alrededor de 700 personas en Ecuador, viviendo en un territorio muy reducido. Nos sentimos muy amenazados, muy preocupados, porque nuestro territorio es muy pequeño y estamos rodeados de explotación petrolera y las plantaciones monocultivos de palma.
La construcción de carreteras es otra amenaza. La empresa eléctrica estatal quiere construir una carretera atravesando nuestro territorio para llegar a los pozos petroleros en lo profundo de la selva. En nuestra Asamblea, votamos para que no lo construyan, pero siguen insistiendo. Las carreteras son una amenaza muy grave, nuestros abuelos están realmente preocupados. Muchos Siekopai no quieren las carreteras, pero otros sí. Hay una parte de la comunidad que no es realmente consciente de lo que significa nuestro territorio, debido a la influencia del mundo de afuera. No digo que el mundo afuera sea malo, pero tenemos que equilibrar los dos mundos, para decidir cómo vamos a vivir. Pero hay algunas personas que no piensan en eso. No piensan en los demás, en los abuelos. Solo piensan en el beneficio personal.
Personas ajenas a la comunidad invaden nuestra tierra para sacar recursos. Cuando no hay trabajo, la gente acude a la pesca, la cacería y la venta de madera para ganar dinero. Nuestro territorio es muy pequeño y las nuevas vías son puertas para que puedan sacar y vender los recursos naturales (maderas, animales y aves) y eso afecta la vida comunitaria y la biodiversidad de la zona. La gente vende la madera por centavos para enviar a sus hijos a la universidad. Casi todos los buenos árboles maderables ya han sido sacados. La tala de árboles hace mucho ruido, los animales huyen lo más lejos posible.
Las carreteras también permiten que el alcohol y las drogas entren en nuestras comunidades. Es realmente triste ver cuántos jóvenes Siekopai están metidos en el alcoholismo y la drogadicción. Justo cuando empezó la pandemia, en febrero, un joven Siekopai que estaba perdido en el mundo de las drogas se suicidó, fue muy triste, era mi amigo.
He escuchado de mi papá, de nuestros abuelos, cómo era nuestro territorio antes. Ahora casi no tenemos recursos, casi no hay peces, no hay animales para cazar. Nuestros ríos principales están contaminados por desechos tóxicos que se utilizan en las plantaciones de palmas. La falta de seguridad y soberanía alimentaria es una gran preocupación. Estas son las amenazas que estamos enfrentando.
Todas estas cosas nos hacen pensar hacia dónde vamos. ¿Sobrevivirá nuestra cultura otros cinco, diez, veinte años? ¿O simplemente vamos a morirnos?
WR: ¿Cuáles son sus principales estrategias de resistencia?
JP: Más y más, la comunidad se está dando cuenta de lo importante que son nuestros territorios. Entonces, unas de las estrategias para cuidar nuestra selva ha sido la vigilancia y los recorridos por el territorio, vía legal contra los invasores. Algunas familias han comenzado a sembrar varias especies de plantas maderables, comestibles, frutales y medicinales en sus chakras. Están muy contentos con estos trabajos.
Soy parte de un grupo de jóvenes líderes Siekopai que han formado una organización, “Sëra”, que es el espíritu del cielo que llega cada Kakotëkawë (verano) para anunciar la nueva época. Nuestro primer proyecto fue comenzar a salvaguardar el conocimiento chamánico ancestral en formato de vídeo.
Luego comenzamos a trabajar en el área de la educación, que se ha convertido en nuestro enfoque principal. Llevamos a cabo talleres escolares para promover la conciencia ambiental a través del intercambio intergeneracional entre abuelos, padres e hijos. Hablamos de los saberes ancestrales, la identificación y usos de las plantas medicinales, las amenazas que enfrentamos. Preguntamos, ¿qué es importante para nosotros?, ¿qué queremos preservar como Siekopai? El objetivo es inculcar en los niños la conciencia de que nuestro territorio importa, que deben tener respeto hacia sus mayores, hacia la Madre Naturaleza, hacia nuestra propia cosmovisión. Sabemos que los niños son como semillas; si sembramos en ellos la idea de que deben tumbar la selva para sembrar palma, ellos van a querer hacerlo. Pero en cambio les estamos enseñando que debemos cuidar la selva, esta es nuestra riqueza, hay formas alternativas de hacer las cosas, de sobrevivir. Por eso creo que la educación es tan importante.
Para enfrentar el problema de soberanía alimentaria, estamos trabajando en un proyecto de piscicultura sostenible. Si nuestra gente ve que tenemos alternativas reales como esta, nos ayudaría a resistir la incursión de carreteras en nuestro territorio.
WR: ¿Qué te da esperanza y fuerza para seguir luchando, después de que los Siekopai han sufrido tanta injusticia?
JP: Ser indígena significa resistencia, lucha. Somos un pueblo que ha resistido por más de 400 años. A pesar de que hemos sufrido mucha injusticia, despojo territorial, esclavitud, marginalización, nunca hemos perdido nuestras raíces. Nunca hemos dejado de luchar por la libertad, por la dignidad y, lo que es más importante, por nuestros territorios. Seguimos con la misma fuerza, con la misma sabiduría. Seguimos reclamando por el derecho a volver a vivir en el territorio, legado de nuestros abuelos, para que podamos reconectarnos con el Gran Espíritu.
Me da mucha esperanza mi pueblo. A pesar de que hay muchos conflictos internos y hemos perdido el 90% de nuestro territorio y población, nunca nos hemos rendido. Seguimos caminando con fe, con nuestros abuelos, que nos inculcaron el valor de la vida, el valor del respeto, el valor de la resistencia y la lucha. También me da mucha esperanza ver a jóvenes de otras nacionalidades indígenas y otros territorios alzando sus voces con la resistencia, haciendo cosas creativas, trabajando con vídeos, rescatando nuestros valores culturales. Siento que no estoy solo. Hay mucha gente igual que yo, luchando por sus territorios. Podemos unir nuestras voces para reclamar justicia, para exigir que los territorios indígenas sean autónomos, y que los pueblos indígenas sean los que decidan qué hacer con sus territorios. Y eso es lo que me da mucha esperanza.
Además, la gente como tú me da mucha esperanza, necesitamos gente como tú, que conozca el mundo de afuera, para que nuestras voces puedan llegar más lejos y a mucha más gente. Así que estoy muy feliz de compartir contigo, lo que sentimos, lo que nos está pasando, lo que estamos pidiendo para seguir sobreviviendo, como Siekopai, como pueblos indígenas.
A veces la gente usa expresiones raciales contra la gente indígena. Me ha pasado a mí, pero nunca me he sentido mal, me siento orgulloso de que soy Siekopai, que soy indígena.
WR: ¿Cómo podría la cosmovisión indígena ayudar a combatir el cambio climático?
JP: Esta pregunta realmente me hizo reflexionar. Nuestra cosmovisión se basa en vivir en armonía con la naturaleza y otras personas, respetando todo lo que está a nuestro alrededor. Es un modelo que no nos enseña a saquear todos los recursos naturales. Se nos enseña que todos somos parte de la madre naturaleza, que es nuestra responsabilidad utilizar los recursos de una manera sostenible y sustentable. La madre naturaleza provee todo: medicina, alimentos, agua y aire. No necesitamos destruir sino convivir.
Esta forma de vida se basa en la reciprocidad. Incluso si la otra persona es diferente a mí, compartimos. Compartir y cooperar. Así es como vivieron nuestros antepasados y ese debe ser el modelo de cómo vivimos también. Creo que un cambio global hacia estos valores podría ayudar a combatir el cambio climático.
Un cambio hacia la agricultura indígena tradicional también podría ayudar. Hay una forma de sembrar, con un rezo a la Madre Naturaleza, cantando, para que la yuca y el plátano crezcan bien. No necesitamos tumbar mil hectáreas para hacer monocultivos. En cambio, sembramos una diversidad de árboles frutales, plantas comestibles, y compartimos lo que tenemos.
Ancestralmente, los Siekopai vivían comunalmente en malokas (chozas de madera gigantes) con entre cuarenta y sesenta familias. En esta convivencia todos hacían todo juntos. Todos se levantaban temprano, a las 3 de la mañana, para raspar y tomar yoko y conversar mientras torcían los hilos de chambira (una palma que se utiliza para sacar la fibra y luego hacer hilos para las hamacas). Prendían sus fuegos, contaban historias y leyendas, y las mujeres conversaban sobre lo que el futuro traería. Los niños también estaban allí, así es como aprendían Para nosotros, la maloka es un símbolo de el vivir en armonía, de la vida comunitaria, de el compartir. Si alguien iba a cazar, todos los hombres iban a cazar juntos, luego compartían la comida entre todos. Es un trabajo mutuo, un trabajo circular, en donde a nadie le falta nada y todos tienen lo mismo.
WR: ¿Cómo han pasado las historias ancestrales de los Siekopai de generación en generación? ¿Hay alguna historia que sea la más icónica para los Siekopai?
JP: Todo el conocimiento, la historia y las leyendas se han transmitido oralmente, a través de sus padres y madres a nuevas generaciones, hasta hoy, a través de las prácticas diarias como la cacería, la pesca y la construcción de malokas. En nuestras tradiciones orales, hay muchas historias importantes, sobre las plantas, los animales, los espíritus. Por ejemplo, qué hacer si caminas por la selva y un espíritu desconocido te confronta y te asusta, para que no te enfermes.
Hay una historia importante y relevante que me gustaría compartir. Un día, algunas personas del pueblo caminaron durante medio día para ir a pescar en un río con barbasco (una sustancia vegetal utilizada para aturdir a los peces para que puedan ser capturados fácilmente). Cuando llegaron al río, comenzaron a hacer su campamento. Un hombre dejó el grupo y fue a buscar a Juri, el espíritu del viento, que vivía en un árbol gigante. El hombre le pidió permiso a Juri para pescar, ya que ella era la dueña del río. Ella negó su petición, diciendo que no era el tiempo para pescar, que tendrían que esperar. El hombre regresó al grupo y les contó lo que Juri había dicho que no debían pescar, pero sus compañeros se molestaron y no le hicieron caso. Habían caminado por muchas horas y tenían hambre, querían comer. El hombre fue una vez más a hablar con Juri, quien insistió en que les impidiera a sus amigos pescar. Pero cuando regresó al río, ya habían capturado y matado a muchos peces, los estaban ahumando y comiendo felices. El hombre, muy preocupado, fue a decirle a Juri lo que había sucedido. El espíritu del viento se puso furioso. Le dijo al hombre que se escondiera en una cueva con su familia. Corrió a buscar a su familia, dejando a sus compañeros comiendo pescado. En el camino, cogió algunas orquídeas, que utilizó para tapar la entrada a la cueva. Las orquídeas se convirtieron en perros y protegieron a la familia. Llegó un viento tan fuerte que las ramas de los árboles caían y oscureció el cielo. La familia podía oír llantos de desesperación en el campamento junto al río, porque Juri les había quitado los ojos a todas las personas que habían estado pescando, para que no pudieran volver a casa. Llegaron los animales de la selva, los tigres, los saínos y las hormigas, y devoraron a la gente en el campamento. Sólo la familia de la cueva sobrevivió.
La reflexión es que si seguimos destruyendo el medio ambiente, pronto nos sucederá lo mismo, estamos quedando ciegos frente a muchas devastaciones que están pasando en la actualidad y la madre naturaleza podría acabar con nosotros. Esta historia parece muy parecida a lo que está sucediendo hoy, con la pandemia. Los abuelos contaban estas historias para que respetáramos a la madre naturaleza, vivimos en armonía y aprendimos que no tenemos que sacar todos los recursos naturales, sólo lo que necesitamos.
WR: ¿Cómo son los espíritus de la selva? ¿Los has visto?
JP: No se puede ver a los espíritus de la selva, muy pocas veces, pero los he sentido cuando he estado cazando. Viven en árboles de ceibo gigantes en la selva muy profunda donde la gente no anda. Los que los han visto, personas que van a pescar por la noche, dicen que están en forma de humanos, de aproximadamente 1,5 metros de altura con la nariz, los ojos y las garras de un águila. Tienen piernas como humanos, pero están cubiertas de plumas negras. Todas las personas que los han visto, los describen así. Y cuando los espíritus vuelan, siempre usan los fuertes vientos para circular. Cuando hay algún tipo de explotación en la selva, estos espíritus pierden sus hogares y se van.
WR: La nacionalidad Siekopai es conocida por sus poderosos chamanes y su conocimiento de las plantas medicinales, especialmente el yajé (ayahuasca). Cuéntanos más sobre esto, sobre tu propio camino con el yajé y sobre tu proyecto para preservar esta sabiduría ancestral a través de videos.
JP: Mi pueblo siempre fue muy espiritual, con muchos bebedores de yajé (ayahuasca), muchos sabios con una profunda conexión con los espacios naturales, con los tiempos, con los animales. Conocían bien el yajé, el mundo espiritual. Cuando llegó la evangelización en los años 60 y 70, la mayoría de estos conocimientos se perdieron. Los misioneros estaban trabajando junto con Texaco, vinieron específicamente para cortar los vínculos entre los pueblos indígenas y sus territorios y culturas en las zonas donde la empresa petrolera quería trabajar. Los evangélicos prohibieron beber yajé, dijeron que el yajé es el diablo, y que los que lo bebían se irían al infierno. Esos miedos se metieron en los abuelos.
Muchas familias dejaron de beber yajé. Mi padre dejó de beberlo, pero todavía tiene mucho conocimiento sobre las plantas. Muy pocas personas siguen bebiendo yajé. Mi abuelo, Bacilio, lo sigue bebiendo. He bebido varias veces con mi abuelo.
Estoy en el camino de las plantas, del yajé, de la sabiduría ancestral. Me gustaría seguir este camino más adelante, aprender a curar. Nuestros ancianos tienen este conocimiento, cómo sanar soplando tabaco, con su rezo, cómo curar cualquier enfermedad. He visto a muchas personas que están sufriendo, no sólo físicamente, sino en sus almas. Me encantaría aprender a guiarlos en el camino de la vida. Me encantaría ser un ejemplo en el camino de la vida, de la lucha, de la resistencia. La lucha tiene que ver con buenas acciones, no con engaños y mentiras, sino desde el corazón, siempre conectado con el universo, con el Gran Espíritu, siempre con esta sabiduría. Este es mi camino, mi propósito, aprendiendo de mi padre, de los abuelos.
Empecé en este camino un día cuando regresé a casa de la ciudad y encontré a mi madre muy enferma. En mi desesperación, decidí tomar yajé, para estar más cerca de ella si fallecía. En mis visiones del yajé esa noche, caminaba y caminaba en la oscuridad y no encontraba la luz. Grité y lloré, sentía que mi corazón estaba roto, vacío. Sentí un dolor terrible en mi alma, un dolor que nunca había sentido en mi vida. No se lo puede explicar. Eventualmente, después de haber caminado y gritado durante tanto tiempo en la oscuridad, una luz apareció a mi lado y dijo: “Yo soy tu dios”. Sentí una profunda confusión. Pensé, ¿por qué Dios está aquí en mi visión de yajé, cuando debería estar allí en la iglesia? No se veía el cuerpo de la entidad, pero llevaba un traje blanco y brillante. Y me dijo: “No te preocupes, tu madre no morirá, mañana estará bien. Sigue con este camino, y te seguiré iluminando el camino para que puedas hacer las cosas bien”. Salí de la ceremonia a las 5 de la mañana y volví a casa y mi madre estaba bien, ella estaba trabajando en la chakra. No podía creerlo. Y eso cambió toda mi perspectiva sobre la religión, sobre el yajé. Entendí que el verdadero dios está dentro de todos nosotros, en nuestras acciones positivas, cuando nos ayudamos unos a otros, cuando colaboramos. Dios no se encuentra en la iglesia, sino con cada uno de nosotros. Eso es lo que aprendí a través del yajé.
Hay muy pocos jóvenes Siekopai siguiendo este camino. Conozco a unos pocos, pero no están muy decididos. Cuando los invito a una ceremonia, van conmigo. Siempre invito a mis sobrinos, les digo, que vengan a beber yajé en lugar de emborracharse con cerveza, vengan y limpien su alma, su espíritu, su cuerpo. Siempre me lo agradecen después.
En la actualidad, los conocimientos ancestrales se están perdiendo aceleradamente. Los jóvenes ya no están interesados debido a la influencia del mundo occidental, entonces los sabios y sabias están falleciendo sin dejar legado. Así que, junto con otro joven Siekopai, creé un proyecto para guardar sus conocimientos con videos. Salimos con ellos cuando están cosechando plantas y los grabo hablando sobre cómo las identifican y usan. (Los videos están publicados en línea aquí.) Seguimos haciendo un esfuerzo para que los sabios y sabias puedan dejar el conocimiento con la ayudad de la nueva tecnología. Este proyecto se unió a nuestro grupo de jóvenes líderes y comenzamos a organizarnos.
En agosto, mi comunidad hizo una importante ceremonia de yaje. El mes de agosto (que se llama Kakotëkawë en nuestro idioma) es muy importante para nosotros, es el mes de la espiritualidad. Según nuestra cosmovisión, los seres celestiales llegan en las copas de los árboles en el mes de agosto. Cuando uno toma yajé, es posible conectarse con ellos más fácilmente, con el Gran Espíritu. Esto es cuando reflexionamos sobre las cosas que necesitamos mejorar, sembramos y preparamos nuestras chakras. En el mes de agosto, nuestras emociones son más fuertes, somos muy sensibles, tenemos que cuidar mucho cómo tratamos a los demás y ser especialmente amables.
WR: Cuéntanos sobre Lagartococha, el centro espiritual de los Siekopai, y la lucha por recuperarlo.
JP: Pë’këya (Lagartococha) es el centro espiritual de la nación Siekopai. En la época antes de la llegada de los hombres blancos, cada Kakotëkawë (agosto) los grandes chamanes llegaban desde todos los rincones de nuestro territorio a las lagunas de Pë’këya para realizar ceremonias de yajé, acompañados por los Kofanes y otros pueblos indígenas. En sus visiones se conectaban con el gran espíritu, para que a sus pueblos nunca les faltara alimentación y que ninguna enfermedad llegara. También veían el futuro y avisaban a la gente que había esperanza, que era tiempo de preparar chacras y vivir bien.
En la actualidad seguimos el mismo camino, cada agosto vamos a realizar ceremonia en Pë’këya, pero no hay esa tranquilidad. Nuestro territorio ancestral se nos ha perdido y la lucha por recuperarlo no es reciente, es una lucha antigua de nuestros abuelos.
Nuestros ancestros en esa zona sufrieron mucho, fueron despojados por los caucheros y esclavizados. Luego, en la década de 1940, Pë’këya fue devastada por la guerra entre Ecuador y Perú y la población tuvo que abandonar su territorio para escapar. Cuando el área fue dividida por la militarización de la frontera, algunas comunidades y familias de Siekopai no se vieron durante medio siglo, hasta que la firma del tratado de paz de 1998 permitió la reunificación.
Tras la guerra, el Estado ecuatoriano declaró a la zona como reserva. Sin reconocer que es nuestro territorio ancestral, sin reconocer que los Siekopai siempre hemos estado presentes allí, el Estado cedió Pë’këya a los Kichwas de Zancudo. Para el Estado, selva es selva, ni siquiera preguntó a quién pertenecía. No reclamamos a los Kichwas, reclamamos al Estado por violar nuestro derecho a la ancestralidad. Hemos pedido la adjudicación, pero seguimos sin respuestas.
Nuestra esperanza de sobrevivir como Siekopai es regresar a Pë’këya, a nuestro territorio de origen, para volver a conectarnos con los espíritus y para los sabios puedan dejar el conocimiento a los jóvenes. Con el mandato de los ancianos, allí construimos una casa ceremonial en una laguna y sembramos yajé, con el fin de mantener la conexión espiritual que nos permite vivir bien. Pero la casa ceremonial fue incendiada por los Kichwas de Zancudo. Nos sentimos muy mal, pero nosotros somos gente de paz, no queremos más guerra.
WR: ¿Cómo afecta el modelo económico dominante a la destrucción de la Amazonía?
JP: La cuestión económica es una de las principales presiones que causan la destrucción de la Amazonía. La necesidad creada hacia el dinero es la razón por la que hay tanta deforestación y los animales se están extinguiendo.
Sin embargo, las comunidades amazónicas necesitan dinero como todos. Aquellos que dicen que el mundo indígena no conoce el dinero, no han aterrizado en la realidad. Los pueblos indígenas necesitan dinero porque esta necesidad ha sido creada en nuestras comunidades por el mundo de afuera.
Entonces, ¿qué debemos hacer al respecto? He visto muchos ejemplos de economías circulares, cooperativas con estructuras horizontales. En este tipo de bancos comunitarios, nadie tiene privilegios sobre el otro, todos en la organización tienen voz y voto. Las ganancias van a todos, no sólo unos pocos. Y así es como el sistema monetario debería funcionar en los pueblos indígenas. Hay muchas personas que son expertos en este tema. Deberían hacer cursos de formación sobre esto, para que podamos aprender cómo funciona este modelo.
Una de las principales razones por las que los indígenas necesitan dinero es para educar a sus hijos. Ir a la universidad es muy costoso para los pueblos indígenas. La necesidad de este tipo de educación, que también vino de afuera, es un gran motor de la deforestación y debe ser resuelta urgentemente.
He visto que algunos Siekopai que estudian fuera van a explotar los recursos naturales de las comunidades indígenas, utilizando su educación universitaria como justificación. Por lo tanto, el sistema de educación es una doble amenaza: la gente tumba árboles para que sus hijos puedan ser educados en un sistema de pensamiento que a su vez conduce a más destrucción.
Si seguimos con el mismo modelo educativo monopolizado, que podemos ver que no está funcionando, que no satisface nuestras necesidades, que no crea conciencia en los jóvenes, las mismas cosas seguirán sucediendo: más pandemias, inundaciones, terremotos. Estas son las reacciones de la madre naturaleza, diciéndonos que algo está mal.
WR: ¿Por qué es tan importante para ti el tema de la educación?
JP: La educación es el pilar fundamental de la sociedad. Eso significa que el sistema o forma de pensar implementado al currículo va a generar en las personas la interacción entre sus ecosistemas. Hay muchas pedagogías educativas de diversas formas del pensamiento, hoy en día la realidad es que la educación está monopolizada y reduciendo la diversidad y la posibilidad de crear un mejor mundo para la humanidad y para el planeta. El modelo actual sólo nos prepara para trabajar en una empresa, no nos enseña a coexistir.
La sociedad tiene que preguntarse cuál es el objetivo de la educación. La realidad de la sociedad es una reflexión de una educación que está implementada por la actual crisis mundial, nos muestra que la educación monopolizada no está funcionando. Podemos ver esto en el cambio climático, en todos los conflictos que están sucediendo, en el extractivismo.
Existe pedagogías educativas que se basan en un objetivo de crear armonía entre las personas y el medio ambiente. Aunque ellos son minoría pueden ser más efectivos en estos momentos de crisis actual para redirigir la forma en la que vivimos.
Los pueblos indígenas han tenido su propia pedagogía de educación durante miles de años que ha permitido que sus comunidades y el medio ambiente prospere ciclos tras ciclos, el territorio de los pueblos ancestrales es rico en un entendimiento desconocido para el mundo occidental. Primero aprendiendo de los abuelos y la cosmovisión de sus pueblos antiguos uno puede entender mejor su propia forma de educación, hoy en día la última generación está muriendo más rápido que nunca antes, eso pone en riesgo el conocimiento que nunca se transmitió a la generación más joven que se va a las ciudades.
Hemos estado trabajando para preservar este conocimiento a través de talleres ambientales, con tanto éxito que nuestro próximo objetivo es expandirnos hacia una escuela alternativa. Hemos diseñado un modelo educativo basado en nuestra propia cosmovisión, que nos ha permitido prosperar en armonía con el entorno natural durante milenios. Nuestro plan de estudios combinará esta sabiduría ancestral con aspectos del conocimiento moderno para incorporar materias como permacultura, técnicas audiovisuales y tecnología de la comunicación. El objetivo es formar personas conscientes capaces de crear soluciones innovadoras y sostenibles. Esperamos inculcar un valor para la vida, un valor que enseñe a las personas a ser diferentes, a pensar en hacer lo que realmente aman.
WR: ¿Cómo puede la comunidad internacional apoyar sus esfuerzos?
JP: Hay dos formas en las que la gente puede ayudarnos.
Para crear nuestra escuela alternativa, necesitamos legalizar nuestra organización, Sëra, como ONG. Llevamos trabajando en este proceso desde 2018, pero nuestros esfuerzos se han estancado debido a la burocracia y a la falta de recursos. Hemos creado una campaña de crowdfunding para recaudar fondos para crear la ONG y estaríamos muy agradecidos por cualquier contribución. Compartir la campaña también sería una gran ayuda.
También pedimos a todos que nos sigan en las redes sociales (Twitter @NSiekopai, Facebook @Siekopai) y Instagram @Nacion.Siekopai) y estén atentos a nuestro próximo Tuitazo para presionar al Estado ecuatoriano para que adjudique formalmente el caso de nuestro territorio ancestral en Lagartococha.
Deoji! (Gracias!)
Jimmy Piaguaje fue entrevistado por Beth Pitts, quien ha estado trabajando con comunidades indígenas en Ecuador desde 2013, especialmente aquellos que defienden sus territorios del extractivismo. De estos defensores, Beth aprendió que el ecoturismo comunitario les permite proteger sus ecosistemas amenazados y culturas ancestrales. Esto la inspiró a escribir la Moon Guide to Ecuador & The Galapagos Islands (2019), la primera guía internacional sobre Ecuador con un enfoque en viajes éticos.
Beth es parte del equipo de Writers Rebel y está entusiasmada con las posibilidades alquímicas de unir las dos fuerzas que le dan más esperanza para el futuro: los defensores de la naturaleza indígena y Extinction Rebellion.